Las opiniones sobre los resultados electorales del 10 de abril van
desde las que creen que el “modelo económico” se ha salvado y que la mayoría del
país se inclinó hacia la derecha, hasta las que sostienen que hay un
renacimiento de la izquierda con el 19% de las preferencias electorales que
obtuvo.
Más allá de las categorías políticas de izquierda o derecha, los votos blancos y nulos y el
ausentismo electoral se convierten en la primera mayoría (casi un millón de
votos más que Keiko Fujimori). Si a ello sumamos los votos del Frente Amplio,
de Acción Popular y de Democracia Directa, que han cuestionado el modelo, constatamos
que la mayoría si quiere cambios en éste. Bastaría, además, citar tres productos
de este modelo que mientras no cambien seguirán ampliamente rechazados.
1. El sistema de servicios en salud pública y en previsión social que
excluye a las mayorías del país en su cobertura, estando muy lejos de la
universalización, como ocurre en cualquier país medianamente desarrollado.
2. El sistema financiero con sus leoninas tasas de interés
que esquilman a muchos usuarios y deja fuera de la bancarización a miles de
pequeños negocios y cientos de miles de personas. De este sistema también es
parte el esquema previsional privado de las APFs que lucran con los aportes de
6 millones de peruanos.
3. La educación pública que, pese a los esfuerzos, continúa siendo muy deficitaria, y que de tornarse de
calidad sería la gran herramienta para igualar el acceso a oportunidades a
millones de peruanos.
Dudo que los programas económicos de Keiko y de PPK pretendan variar
esta situación que describe las “bondades” del actual modelo
económico. La exclusión en salud pública, previsión social, la mala
calidad de la educación, y la falta de democratización del crédito contribuye a
la pobreza y atrasa el desarrollo humano y económico. Es cierto que el “modelo”
redujo la pobreza en los últimos 25 años, pero sobre todo en términos
monetarios y en el acceso a bienes de consumo.
¿A un gobierno de corte autoritario y populista como el fujimorista le
convendría realmente reducir la pobreza?. O más bien aumentar el
asistencialismo y las dádivas (no el empleo productivo, que va de la mano con
una buena educación) para mantener cautivo el bolsón de electores de los
sectores D y E.
Es probable que en un eventual gobierno de PPK haya matices y que
en otros temas de política pública pretenda el consenso antes que la imposición
que ya amenaza el partido de Keiko con su mayoría parlamentaria. Pero la fama
de PPK, que ha participado en los gobiernos de los últimos 50 años, es
más la de un hombre de negocios, que la de un gobernante. Por ello de ser
presidente y con una minoría en el Congreso ¿será capaz de
detener los avatares del fujimorismo?. Es posible que gane quien gane,
sin menoscabo que uno sea más intolerante que otro, tratarán de gobernar
juntos.
En estas circunstancias votar por una u otra ficha el 5 de abril, no
cambiará casi nada, o mejor dicho mantendrá el “modelo”. Nadie puede
negar las bondades del libre comercio, y las que tiene por su naturaleza
el mercado. Pero la libertad y bienestar de las personas va más allá de
ser conformista en un país donde la desigualdad social es grande.
Al Frente Amplio no le debería quitar el sueño la orientación del
voto hacia uno u otro candidato en la segunda vuelta, porque así no tendría ninguna hipoteca política que
pagar. Tiene mucho trabajo en estos próximos cinco años para convertirse con
sus planteamientos, su organización, y liderazgos en una alternativa de
gobierno para el 2021. Por ahora debe enfatizar que opina y plantea ante las
opciones de PPK y Keiko.
La ciudadanía (que no suele hacer caso a orientaciones de partidos sobre
su voto) debe ser consciente porque quien votar o no. Si los hechos
demuestran que se equivoca, sabe que su expresión política no se agotará una
vez en las calles.