lunes, 28 de marzo de 2016

ENTRE POLÍTICOS DE CAFÉ Y DE BOLSILLO

En estos momentos del proceso electoral suelen hacerse más visibles en el país  los revolucionarios  de café y los liberales de bolsillo.  A pesar que tienen discursos diferentes, las formas con que ambos conciben la política hacen  que terminen coincidiendo en  mantener lo que proclaman combatir.

Los primeros, los liberales de café, son críticos de  todas las corrientes políticas; la única verdad, casi sacrosanta, es la de su ideología, el único candidato redentor es el suyo. No distinguen, quien es el  contrincante principal en la política, por eso repiten que el candidato  (a) visible de la izquierda  esta infiltrado por el  imperialismo y que sus propuestas ni  siquiera son reformistas. Creen que porque gritan tienen mayor razón y que las propuestas más radicales serán las más aceptadas.
Hablan a nombre del pueblo, pero éste en su mayoría no los elige como sus representantes, pregonan la honestidad, pero en su práctica social son el típico peruano que le hace trampa a la ley. Están lejos de aceptar que las categorías y expectativas de las  clases sociales  han variado, y por tanto las recetas del marxismo también deberían ser distintas.  Cuestionan  a los dinosaurios de la política y hablan de la unidad del pueblo, pero no pueden dejar atrás su sectarismo, ni intolerancia y son incapaces de concertar.  Critican a la Iglesia, pero son tan dogmáticos como ésta.

Los segundos, los liberales de café, no creo que hayan aprendido de Adam Smith, ni de Raúl Porras Barnechea. Tienen tribunas en ciertos medios de comunicación, y están metidos en muchos partidos políticos, invirtiendo fuerte en estos días.  Quieren un estado que regule menos  en lo laboral, y financiero,  que cobre menos impuestos, y que no maneje ninguna empresa estatal.  Pero, no  quieren desparecer el estado, quieren mantenerlo para que expidan leyes a favor de ciertas empresas, y así “destrabar las Inversiones”, para que direccione  licitaciones hacía ciertos empresarios, para manejar grandes contratos, sacándole al vuelta el erario nacional, y engordando así su billetera.


Utilizan el estado, pero dicen que el mercado regule todo, también el sector educación, tratando de ignorar que la educación pública ha sostenido el desarrollo de grandes países.  Hacen lobismo por arriba, usando ciertos estudios jurídicos, y hacen populismo para abajo, como dirían. Su pragmatismo interesado los lleva a darle menos importancia a los derechos ciudadanos, y a las libertades democráticas.

Pero ambos son útiles a la mantención del sistema político y económico, así algunos digan que quieran cambiarlos y otros mejorarlo. Los primeros porque su discurso continuará siendo estéril. Los segundos porque digan lo que digan este sistema aunque imperfecto  conserva sus gollorías.



No hay comentarios:

Publicar un comentario